Llegué tarde, como siempre. Menos mal que le dije al botones que si ella llegaba antes que yo, por favor, la remitiera a mi habitación. Llevaba ya más de una semana en Barcelona y todavía no sabía nada de su existencia, la necesitaba. Por lo menos saber que estaba bien ¡joder! Después de tantos años la tenía cariño, ¡habíamos recorrido tantos kilómetros juntos los primeros años de casado…!Sí, la quería y mucho. Todo me venía a la mente mientras recorría el largo pasillo hacia mi habitación. ¿Cómo me la encontraría? Sé que tuvo problemas al llegar a la ciudad pero juro que hice todo el papeleo oportuno para que estuviera conmigo y parecía imposible que después de varios días, a pocas horas de marcha de nuevo a Salamanca, la pudiera volver a abrazar. Cogí la llave, entre en la habitación y allí estaba tumbada encima de la cama, parecía esperándome. Lo mío con ella es un amor raro, pero sí, lo reconozco; quiero a mi maleta.