Se dio una ducha lenta,se embadurnó el cuerpo con una crema hidratante que había comprado hacía meses y que ninguna mañana hasta hoy le había dado tiempo a estrenar. Decidió que era el mejor momento para ponerse el vestido rojo, otro capricho que colgaba en el armario, aún con la etiqueta puesta.
Cuando se miró en el espejo le costó reconocerse, pero se gustó. Rió abiertamente. Un toque de mascara de pestañas y otro de carmín y lista para la cita. "La cita", se dijo para sus adentros, ni siquiera él sabe que tenemos una cita. . . y también esa idea le hizo sonreír.
Bajó las escaleras lentamente, complaciéndose en mirarse la puntera de sus zapatos y notando lo agradable del roce de la seda de su vestido en sus piernas.
Con paso decidido se encamino al puesto de periódicos
Cuando llego al puesto oteó por encima el cúmulo de periódicos que el quiosquero tenía en la mesa. Era un puesto bastante insulso, un par de sillas hacían de soporte a unas tablas donde maduraban los periódicos todo el día hasta llegar a la noche, cuando el quiosquero vendía por un módico precio la mercancía no adquirida por los clientes durante el día .El quiosquero era bien conocido por todo el barrio. Chapucero, cascarrabias y poco inteligente eran algunas de las lindezas que se podían escuchar en los corrillos de los domingos al salir de misa. Pero ante todo, para ella siempre había sido el quiosquero de abajo y siempre había sido fiel a él .Su cita estaba sentado junto a las escaleras como cada mañana, fumaba tabaco liado mientras limpiaba lo que quedaba de sus gafas con las mangas de la chaqueta de lana roída por los años.
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