Así, aquellos días, los últimos días, revolotean en el recuerdo, nebulosos, otoñales, todos iguales como hojas, hasta que llegó un día distinto a todos los que he vivido. No había nada de especial, simplemente el bamboleo de las hojas cayendo en pleno otoño y la inercia del día me hacían continuar. Con paso lento, siempre muy lento. Rozando con las yemas de los dedos cada pared rugosa y sonando de fondo en esos enormes cascos, adquiridos pocos días antes, él mejor relato de Cebrián.
Comienza a llover, caen ojos de otoño.
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:)
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